Queridos amigos,
Este fin de semana celebramos el Día de la Independencia de nuestro País. Celebramos la Libertad! En primer lugar, me gustaría desearles a todos “¡Feliz Día de la Independencia!” ¡Feliz cumpleaños a América!
El evangelio de hoy nos lleva por el camino del discipulado que nos recuerda la verdadera libertad que debemos experimentar mientras nos esforzamos por responder al llamado del Señor para dar testimonio de él. El evangelio nos dice que tenemos que enfocarnos en lo que es necesario y esencial en nuestra vida como discípulos. Eso es tener hambre y sed del cumplimiento de nuestra misión.
Como los discípulos en su tiempo, también nos consume el deseo y la preocupación por nuestra seguridad, por tener lo necesario para nuestra vida. En ocasiones, esto es tan profundo y abrumador en nuestra vida que puede alejarnos del verdadero propósito por el cual el Señor nos creó y nos envió. Estamos destinados a ser discípulos y testigos del reino de Dios en el mundo. Mientras el mundo está ansioso y abrumado por las diferentes preocupaciones que rodean la vida, nosotros estamos llamados a ser un recordatorio y señalar lo que es necesario en nuestra vida. Todos tenemos hambre del cielo, y este es el objetivo más importante que debemos perseguir.
Hoy, estamos invitados a reflexionar sobre nuestra vida y descubrir qué puede evitar que seamos consumidos por la misión de nuestra vida en el mundo. Jesús les dice a sus discípulos que no lleven nada con ellos porque él proveerá. ¿Alguna vez has pensado en eso? O si es así, ¿cuándo fue la última vez que te dijiste que todo está en manos de Dios? La misión es Suya, es Missio Dei. Por lo tanto, se espera que lo abracemos con fe; porque la fe nos hace dar gracias a Dios aun en medio de nuestras luchas. Porque sabemos que Aquel que nos envía siempre se asegurará de que tengamos lo necesario para cumplir la misión.
En este 4 de julio, se nos recuerda que celebrar la verdadera libertad es abrazar al Señor y comprometerse a servirlo a través del servicio desinteresado a los demás. Hoy celebramos la libertad para Dios. Para que seamos libres de todas las ataduras y de todo lo que aún podría alejarnos de dar testimonio y del discipulado intencional. Piensa en esto hoy: cuando celebras la libertad en este día, ¿qué pones en esa canasta que llamas “Libertad”? ¿Eres libre para qué y de qué?
Mientras celebramos el Día de la Independencia, el regalo de la libertad, sigamos orando unos por otros y por nuestra familia parroquial para que siempre podamos esforzarnos por cumplir la misión de nuestra vida, esforzarnos por seguir el mandato del Señor de dejar atrás todo lo que pueda distraernos. de lo más necesario de nuestra vida: el cielo del que tenemos hambre y el reino que estamos llamados a construir junto a Jesús. ¡Feliz 4 de julio!
P. Emery