Holy Cross Catholic Church

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15th Sunday in Ordinary Time (Spanish) - July 12, 2020

Queridos amigos,

En las lecturas de hoy, Dios hace una declaración muy fuerte sobre los efectos de su palabra en todos los que la abrazan. Siempre tendrá efectos transformadores en las personas que lo reciben. Sin embargo, debemos darnos cuenta aquí de que esta palabra de Dios es precisamente una persona: Jesucristo que vino a nosotros y que nos llama a abrir nuestro corazón a la gracia de Dios.

Por lo general, la interpretación de la parábola del sembrador ve el mundo como el campo y el pueblo como los diferentes tipos de tierra que reciben la palabra de Dios. Hoy me gustaría acercarme a la parábola desde un ángulo diferente. Imaginen un momento en el que la persona humana preferiría representar el campo, y los diferentes tipos de tierra como los múltiples aspectos y situaciones que revelan las formas en que tratamos la Palabra de Dios. En otras palabras, invito a todos a pensar que todo el campo representa sólo a un individuo. O simplemente decir, individualmente soy todo el campo, no sólo la tierra.

De hecho, si nos vemos como el campo, nos damos cuenta de que a veces estamos cerrados a la palabra de Dios; a veces nos ponemos muy entusiastas, pero nuestro entusiasmo no tiene profundidad; a veces, más nuestras vidas están tan abrumadas con las cosas que tenemos que hacer o queremos hacer, que no nos queda tiempo para Dios. A veces también mi corazón es como la tierra rica, y tomo la palabra de Dios y le sirvo genuina y fielmente.

Ahora, podemos tratar de averiguar cuántas partes podemos encontrar en nosotros mismos cuando nos enfrentamos al desafío de responder a la llamada de Dios en medio de diferentes situaciones de la vida. Mirando la parábola de esa manera, podemos descubrir en nosotros mismos caminos endurecidos, tierra pedregosa y hierbas, pero también vemos buen suelo. Y somos conscientes de que tenemos la libertad de determinar cuán bien se arraigará la palabra de Dios en nosotros al cambiar lo que podemos en nuestra vida para asegurarnos de que haya más buena tierra en nuestro corazón y mente para que la semilla de la palabra de Dios caiga sobre. Al igual que en la primera lectura, Dios nos dice que abrazar a Cristo debe y siempre nos transformará. Aceptamos que Cristo se deje transformar en Su semejanza, no para seguir siendo los mismos. Dijo, "nadie vierte vino nuevo en viejos vinos."

Al orar hoy, pidamos a Dios que nos ayude a ver en qué parte de nuestra vida la gracia de Dios está teniendo dificultades para echar raíces. Permitamos que Dios riegue la tierra seca, tire de las maleces que pican buenos granos en nosotros, y transforme el suelo rocoso en un suelo más fértil capaz de recibir a Cristo y de dar frutos que duren; frutos de caridad, solidaridad, amor y unidad. Y sigamos orando el uno por el otro y por nuestra familia parroquial.

El. p. Emery

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