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23rd Sunday in Ordinary Time (Spanish) - September 5, 2021

Queridos amigos,

Todos recordamos que aquellos que dejaron a Cristo al final del discurso sobre el pan de vida declararon que el dicho era muy duro y que nadie lo aceptaría. Sin concesiones, Cristo preguntó a sus discípulos si también querían dejarlo. La reacción de los oyentes fue expresión de la negativa a abrirse a la palabra de Dios y ser transformados por ella.

Las lecturas de hoy nos devuelven a la misma pregunta. Sin embargo, la única diferencia aquí es que Cristo avanza para expresar una invitación urgente a sus oyentes: "¡Ephphatha!" ¡Estar abierto! Cuando venimos aquí, se nos puede comparar con aquellos seguidores que escuchan con sus oídos humanos y miran con ojos humanos. A través de todo esto, podemos ver lo que es humano y lo que oímos, pero lo que es difícil de seguir. Nuestros corazones, oídos y ojos están condicionados la mayor parte del tiempo por lo que queremos ver, oír y abrazar. Pero una cosa es segura: si nos abrimos a la gracia y la misericordia de Dios, podremos ver su amor inconmensurable y traer el reino de Dios en nuestra vida y en la vida de quienes nos rodean.

En nuestras vidas, experimentamos el desafío de escuchar a Cristo y pasar del silencio a difundir la palabra de Dios. El discipulado misionero es una consecuencia de estar abiertos a la palabra de Dios y a su gracia. Como la persona sorda y muda en el evangelio de hoy, llegamos a ser abiertos por Cristo cuando Él nos alimenta con Su palabra y Su Cuerpo. Para hacer fructífero nuestro encuentro con Cristo, se nos invita a dejar que Él nos transforme desde dentro; estamos destinados a dejar que Él abra nuestra mente y corazón a la inteligencia de las cosas celestiales. La Palabra de Dios que recibimos y el Cuerpo de Cristo que participamos nos dan la gracia que nos sana de todos nuestros miedos y otros impedimentos.

Como discípulos, luchamos con la forma en que respondemos al llamado de Dios. Lo escuchamos, pero rara vez podemos proclamarlo. El miedo, las preocupaciones y todo tipo de obstáculos nos impiden emprender acciones audaces que puedan cambiar el mundo. Es posible que en algún momento miremos nuestro nivel de iniciación en las cosas de Dios y pensemos que no podemos hacer nada. Santiago nos recuerda que Dios elige a los pobres, es decir, a aquellos que confían en Él para ser ricos en fe y difundir las virtudes del reino a través de sus humildes formas de vida. Lo más importante para Dios no es cuán articulados seamos en materia de fe, sino cuán valientes somos para vivir el evangelio con humildad y valentía. San José comprendió esta verdad y confió en Dios para cumplir su misión. Sabía que temer a Dios era la base de su nuevo viaje con él. También estamos invitados a embarcarnos en un camino igualmente de dejar que Dios abra nuestra mente, oídos y ojos a la inteligencia de su gracia y amor, y hacer de nosotros esos testigos que, con nuestras palabras y obras, hacen presente el reino de Dios alrededor. nosotros.

Mientras oramos a San José por la gracia del “Temor del Señor” a lo largo de este mes de septiembre, oremos también a Dios para que nos permita abrir nuestros corazones, oídos y ojos a Su gracia para experimentar Su amor y para compartirlo con otros. Y sigamos orando unos por otros y por nuestra familia parroquial.

P. Emery

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