Queridos amigos,
Hoy es el segundo domingo del tiempo ordinario. La Navidad ha quedado atrás, pero la Navidad es nuestro día a día. Una vez más, se nos recuerda que Jesús es la fuente de nuestra vida. Encontrarlo, seguirlo y permanecer con Él es la culminación de nuestra vida cristiana.
San Pablo señala la verdad de que no hay medio camino para seguir a Jesús. Estamos invitados a abandonar nuestra antigua forma de vida y abrazar a Jesucristo. Demostraremos nuestra identidad a través de los frutos que damos en nuestra vida diaria. Pablo nos invita a morir en nosotros mismos y dejar que Jesús sea nuestra verdadera vida. Escuchamos un llamado a permanecer con el Señor al recordar que somos el Templo del Espíritu Santo. Mantener el carácter sagrado de nuestro cuerpo y mente, toda la persona, es una expresión de nuestro hambre de estar con el Señor.
Sin embargo, mientras anhelamos la comunión personal con el Señor y permitimos que Él y Su Padre establezcan su morada con nosotros, comienza con el reconocimiento de nuestro quebrantamiento. Esta actitud nos hace depender únicamente de Dios y Su poder. Así podemos hacer nuestras las siguientes palabras de San Pablo: Que cuando somos débiles, es cuando somos fuertes porque el poder de Dios se manifiesta en nuestra debilidad. Todos, estamos invitados a imitar a Cristo, y nuestra verdadera imitación sólo se concretará cuando tratemos de dejarnos transformar en Cristo. Este es incluso el verdadero significado de nuestro nombre: cristiano; que somos la imagen de Cristo los unos para los otros y para el mundo. Para decirlo en las palabras de Hildebrand, "cuanto más se convierte un hombre en 'otro Cristo', más se da cuenta del pensamiento original e induplicable de Dios que encarna".
Mientras nos esforzamos por ser semejantes a Cristo con cada individuo que nos encuentre, continuemos orando unos por otros y por nuestra familia parroquial.
San José, ruega por nosotros.
P. Emery