Queridos amigos,
Hoy estoy dividido entre entregar dos mensajes: uno relacionado con la celebración del 14/02 (San Valentín), y otro que nos prepara para la celebración de la temporada alta de la vida en el desierto con Cristo, la Cuaresma, que nos lleva a la resurrección de nueva vida.
Sin embargo, una cosa está clara, el mensaje central es AMOR en ambos sentidos. La pregunta es la naturaleza de ese amor. Mientras que en el Día de San Valentín la comprensión común del amor se centra en el amor como “eros” que resalta la idea de él como placer y goce, las escrituras de hoy nos invitan a ir más allá de ese significado sectorial e imperfecto del amor que nos mantiene atrapados en el hambre de lo mundano y sentimientos tempranos de felicidad y alegría ilusorias. El evangelio nos cuenta la historia de la purificación de un leproso. Es la presencia del verdadero amor lo que lo limpia; Jesucristo, que es el epítome del amor y que es el AMOR mismo. No es de extrañar por qué San Pablo nos insta a imitarlo como es de Cristo. Esto significa que el amor no es solo una cuestión de sentimientos; define quiénes somos y quiénes debemos ser como discípulos y seguidores de Cristo, que no es más que el Amor mismo. Cuando amamos, podemos esforzarnos por el bien de quienes nos rodean en necesidad. Porque el mismo Cristo dijo: "No hay mayor amor que dar la propia vida por los demás".
Esta insistencia en el verdadero significado del amor nos lleva a reflexionar sobre el misterio del camino que emprenderemos el próximo miércoles 17/2. Es miércoles de ceniza y el comienzo de la temporada sagrada de Cuaresma. Se nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre el significado del amor y las formas en que podemos implementarlo en nuestras propias vidas para impactar las vidas de quienes nos rodean. La Cuaresma es el momento en que somos invitados como discípulos de Cristo a enfocarnos en tres pilares de nuestra fe y nuestra vida cristiana: la oración, el ayuno y la limosna. Ha llegado el momento de que comencemos a reflexionar sobre nuestras resoluciones de Cuaresma y las formas en que, siguiendo los pasos de Cristo, seríamos la presencia limpiadora del amor que sana a los quebrantados de corazón y a los menos afortunados entre nosotros. En nuestro país profundamente dividido, la Cuaresma nos brinda la oportunidad de trabajar por la unidad y la curación. El amor nos hace cavar y bajar las montañas que nos impiden ver a los que tenemos delante, pero que no comparten nuestras formas de pensar como enemigos. El amor nos da el impulso de rompernos siempre en pedazos para ofrecer oportunidades para que otros crezcan. El amor nos hace declarar como Juan el Bautista a la vista de los demás: debo disminuir para que ellos aumenten...
Mientras celebramos el significado del amor verdadero con nuestros ojos fijos en Aquel que nos amó hasta la muerte, continuemos orando el uno por el otro y por nuestra familia parroquial. ¡Feliz día de San Valentín y bendita preparación para nuestra Cuaresma…!
P. Emery