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Fourth Sunday in Advent (Spanish) - December 20, 2020

Queridos amigos,

¿Alguna vez te ha sorprendido un saludo, especialmente uno inesperado o de una persona desconocida? Siempre hay sentimientos encontrados: o estamos ansiosos y desconfiados, o estamos iluminados. Hoy nos embarcamos en un viaje de un saludo inesperado que contiene una bendición asombrosa y que cambia la vida. Como un ser humano normal, Mary estaba preocupada y reflexionó sobre el significado del saludo. Sin embargo, dejó que sucediera; devolvió la atención a la salutadora y el mensaje fue impresionante: Dios la eligió como una cooperadora especial en la obra de salvación.

La Navidad está a la puerta y, a veces, podemos estar demasiado ocupados de tal manera que podemos ignorar o perder para reconocer un saludo o una sonrisa discreta. Más que el ajetreo de la temporada, estamos en un mundo que aumenta la sospecha hacia cualquier persona desconocida, o especialmente en este momento políticamente muy polarizado en nuestro país para ignorar o evitar a todos los que no comparten la idea. Si bien hay que tener cuidado con las personas con las que interactúan, la escena de la Anunciación de hoy nos invita a ser más conscientes de lo que sucede a nuestro alrededor. Una pequeña sonrisa, un saludo devuelto con amabilidad y atención pueden ser una situación que cambie la vida de la persona que encontremos o de nosotros mismos.

La alegría de la Anunciación que comenzamos a celebrar el domingo pasado, el domingo Gaudete, sigue invitándonos a volvernos unos a otros y compartir la buena noticia de la inminente venida del Señor. Como María, que fue a visitar a su prima Isabel después del encuentro con Gabriel, trayendo y compartiendo la alegría que brota de la buena nueva tanto con Isabel como con Juan en el vientre de su madre, hoy somos enviados a anunciar la inminente venida del Señor. que está llamando a la puerta para enjugar nuestras lágrimas de desesperanza y desesperación, nuestras lágrimas de sospecha y alienación unos de otros. Jesús, que somos enviados a anunciar, nos trae la alegría que nos une como hijos de Dios y colaboradores por el advenimiento de un mundo más amoroso y acogedor.

Al salir de este lugar santo después de haber sido alimentados por Cristo mismo con sus palabras y su Cuerpo, hagamos nuestra la determinación de llevar alegría a todos los que tendrán la bendición de encontrarnos o estar a nuestro alrededor a través de nuestra atención hacia ellos. , nuestra preocupación por ellos y nuestra determinación de poner una sonrisa en sus rostros. Y sigamos orando unos por otros y por nuestra familia parroquial.

P. Emery

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