Holy Cross Catholic Church

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22nd Sunday in Ordinary Time (Spanish) - August 30, 2020

Queridos amigos,

La reacción de Pedro en la lectura del Evangelio de hoy es algo que merece atención. Solo ve gloria y éxito en la vida de Cristo, por lo que es impensable para él esperar cualquier tipo de sufrimiento. Al final del día, Jesús es el Rey; ¿Por qué hablaría de sufrimiento? ¿Quién podría culpar a Peter? Después de todo, Jesús es el Cristo que vino para establecer el reino tan esperado y devolvérselo al pueblo elegido de Dios. Este tiempo de gloria no se cumpliría si volviera a traer recuerdos de dolor y sufrimiento. Además, el sufrimiento es sinónimo de la maldición de Dios. Por tanto, es inaceptable que el ungido experimente sufrimiento. Eso incluso contradeciría Su existencia y presencia como el Mesías.

Jesús, por otro lado, no ve Su misión de esa manera. Su realeza es la que pasa por el sufrimiento y la muerte. Él reprende a Pedro por su falta de entendimiento. Evitar que Jesús sufriera significaría obstruir el plan del Padre para la salvación de la humanidad. Aquí Jesús nos revela otra dimensión, la verdadera, del significado del sufrimiento aceptado con amor y fe en Dios por su gloria y la salvación de los amados.

En la cultura actual caracterizada por la tendencia a huir y rechazar el sufrimiento, la reacción de Jesús en el evangelio de hoy constituye una llamada reveladora para redescubrir el significado del sufrimiento. En nuestra comunidad, como en toda comunidad humana, enfrentamos diferentes aspectos del sufrimiento: problemas de salud, incomprensión familiar, soledad, aislamiento, pérdida del ser querido, que nos traen el sentimiento de abatimiento. Hoy Jesús nos llama a levantar nuestros ojos y nuestro corazón hacia Él mientras nos asegura que siempre estará a nuestro lado. Aceptado en la fe y con la confianza en Dios, el sufrimiento deja de ser visto como maldición para convertirse en participación de la Pasión del Señor.

Esforzándonos por interpretar el sufrimiento a la luz de la fe y entendiéndolo como participación en la Pasión de Cristo, continuemos orando unos por otros y por nuestra familia parroquial.

P. Emery

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