Queridos amigos,
Bienvenido de nuevo a las publicaciones semanales de nuestro Pastor. Ha pasado un tiempo y no puedo esperar para compartir con ustedes mi reflexión sobre la Palabra de Dios, particularmente ahora que nos embarcamos en este viaje de Cuaresma con el Señor en el desierto.
Este primer domingo de Cuaresma nos presenta la escena de la tentación del Señor en el desierto después de su bautismo. Se sacan a la luz tres cosas que nos desafían a todos en nuestra vida diaria: el honor, el poder y la posesión (alimento). Si bien todas estas cosas son reales, es más bien, a mi entender, la actitud del Señor que es más atractiva y desafiante para nosotros. Demuestra profunda y total obediencia a la dirección del Espíritu Santo que lo llevó al desierto a pasar tiempo en oración donde el Maligno aprovecha “su oportunidad” para tentar al Hijo de Dios.
Sin duda, obediencia es una palabra maravillosa. Sin embargo, cumplirlo en nuestra vida es otra cuestión que muy pocas veces penetra en nuestros modos de vida. Nuestro orgullo y egocentrismo constituyen la piedra de tropiezo hacia la realización de esa maravillosa virtud en nuestras vidas. Hoy, el Señor nos recuerda y nos enseña que no podemos participar de su gloria sin esforzarnos por vivir la virtud de la obediencia. La obediencia, como podemos ver, es la expresión de nuestra entrega total a la voluntad de Dios. Es el cumplimiento de lo que el Señor dijo a Simón Pedro: “Cuando seas viejo, la gente te llevará a donde no quieras ir”. Pero aquí, es Dios quien nos guía; es el Espíritu Santo quien nos dirige. Por tanto, dejarnos guiar por el Espíritu Santo y confiar en el proyecto de Dios sobre nosotros, es la verdadera forma en que podemos responder a su llamada para caminar con él en el desierto.
Estos cuarenta días en el desierto nos revelan la verdadera fuente de nuestra vida: “no sólo de pan vive el hombre”. Se nos recuerda que la comida no es un fin en sí misma. Más bien, es un medio que Dios nos proporciona para sostener nuestras vidas a fin de servirle a través de nuestro servicio mutuo. El poder, el honor y la necesidad de autosatisfacción no pueden obstruir nuestra relación con Dios. Tampoco pueden desviarnos de confiar y depender de Él. Las lecturas de hoy nos recuerdan que si buscamos primero el reino de Dios, todo lo demás nos será dado.
Mientras nos embarcamos en este nuevo viaje con Jesús quien muestra el camino, porque Él es el Camino, confiemos en la guía del Espíritu Santo para descubrir cuál es el propósito de Dios para nosotros durante este tiempo de nuestra salvación. Y sigamos orando unos por otros y por nuestra familia parroquial.
Que tengáis una bendita y fructífera temporada de Cuaresma.
P. Emery