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Fourth Sunday in Lent (Spanish) - March 27, 2022

Queridos amigos,

En este Cuarto Domingo de Cuaresma, la Iglesia está invitada a regocijarse. Este gozo tiene su origen en el hecho de que nuestra liberación está cerca. Sin embargo, este gozo se experimentará plenamente en dos condiciones: reconciliarse con Dios y ser una nueva creación en Cristo. Este es incluso el núcleo de la Pascua, a saber, que Dios se ha reconciliado con nosotros mediante el sacrificio de su Hijo amado, que derramó su sangre por nosotros.

El domingo de hoy me recuerda el comienzo de la primavera. Durante mi tiempo de estudio en Notre Dame, Indiana, siempre me sorprendía el cambio que ocurría al final del invierno y el comienzo de la primavera. La vida estaba volviendo después de la oscuridad de la muerte que dio forma a toda la temporada; árboles aparentemente secos, el suelo yermo cubierto de nieve, etc. La vida parecía ausente, ya que todo estaba casi enterrado. Con la primavera llegan las flores y el nuevo perfume que de allí se desprende trae alegría además de renovación.

La Pascua que prevemos y anticipamos hoy es comparable a ese nuevo comienzo. Aquí somos recreados en Cristo y reconciliados con Dios. Este gozo proviene de quién es Dios y de lo que ha hecho por nosotros. Todos podemos gritar y gritar: soy libre porque Dios me ha salvado en Cristo. Sin embargo, esta alegría sólo se experimentará plenamente cuando nos abramos a la gracia de Dios, si la dejamos penetrar en nuestro corazón y transformarnos desde dentro. La Cuaresma es ese tiempo que se nos ofrece para tomarnos un tiempo para dejar caer todas las hojas viejas y viejas para ayudarnos a florecer de nuevo. Y debido a que no podemos dar el paso por nosotros mismos, el Señor viene a rescatarnos para llevarnos a la vida eterna. Esta es exactamente la fuente de nuestra alegría.

El pasado viernes, el santo padre, el Papa Francisco, consagró a toda la humanidad y, en especial a Rusia y Ucrania, al Inmaculado Corazón de María. ¡Qué bendición y qué tiempo sagrado! Esta consagración debe ser un momento de partida para que nosotros también miremos en una nueva dirección durante esta Cuaresma y durante toda nuestra vida como discípulos. El Inmaculado Corazón de María nos trae la alegría de abrazar a Dios ya su Hijo Jesucristo.

Y esa alegría sólo puede realizarse en la medida en que la compartimos con los demás. Hoy todos somos enviados y comisionados para llevar a cabo el mensaje de la alegría del Evangelio: que Dios nos ha llamado una vez más de manera especial a reconciliarnos con él y entre nosotros. Estamos invitados a compartir la alegría que brota de toda reconciliación; porque en Jesús somos reconciliados con Dios y unos con otros.

Que el Inmaculado Corazón de María, unido al Sagrado Corazón de su Hijo, nos colme de toda bendición necesaria para llevar el mensaje de paz a nuestras vidas, nuestras familias, nuestro barrio y nuestro lugar de trabajo. La alegría de esta consagración será plena cuando cada uno de nosotros se convierta en canal de su transmisión.

Entonces, la Pascua será el evento en el que verdaderamente experimentemos la renovación a medida que nos convertimos en una nueva creación en Cristo. Oremos unos por otros y por nuestra familia parroquial, y luchemos por ser el instrumento de la alegría de Dios al compartir la alegría del Evangelio.

P. Emery

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