Queridos amigos,
Cuando el Santo Papa Juan Pablo II proclamó este domingo como Domingo de la Divina Misericordia, muchos pensaron que todo estaba relacionado con Santa Faustina. Si bien esto es parcialmente cierto, el Papa recordaba más que nunca al mundo entero que toda la historia de la salvación es la expresión más maravillosa de la misericordia infinita e insondable de Dios para con la humanidad. Como dice la Escritura, “siendo aún pecadores, Dios envió a su Hijo Unigénito para salvarnos y rescatarnos”. Esta es la Divina Misericordia.
La Divina Misericordia es la proclamación de la verdad de que Dios nunca aparta sus ojos de nosotros, no importa cuán profundo nos alejemos de Él. Más bien, se nos recuerda que Dios tiene sed de nosotros y de nuestra salvación. Porque su amor es para siempre. Volver a él con un corazón humilde nos hace experimentar y sumergirnos una vez más en este océano de misericordia infinita. La Divina Misericordia nos permite prestar atención al llamado de Dios de volver a él para que vivamos en la verdadera felicidad y alegría.
Por la misericordia de Dios renacemos a la novedad de vida en Cristo. Porque la resurrección de Jesucristo es también nuestra propia resurrección. La segunda lectura nos recuerda profusamente esta verdad. Pero, ¿qué significa esto para nosotros? La primera lectura es una respuesta audaz a esta pregunta. Se nos da misericordia para permitirnos ser misericordiosos, para empoderarnos en el camino del discipulado, siempre difundiendo la misericordia de Dios a través de nuestras obras y palabras. Se nos dice que los creyentes “se dedicaron a la enseñanza de los apóstoles y a la vida comunitaria, al partimiento del pan y a las oraciones”. Dios era el centro de sus vidas y esto trajo asombro y maravillas en sus vidas al ver las señales de Dios en medio de ellos.
De hecho, mostrar misericordia significa para nosotros aquí en Holy Cross abrazar nuestro camino de discipulado, lo que nos convierte en ESTRELLAS. Como estrellas, resplandecemos de la luz de Cristo resucitado. Como estrellas, somos discípulos que hacen brillar esa luz mientras servimos a nuestro Señor a través de nuestro compromiso de servir a la Iglesia y a nuestro prójimo, transformamos corazones al difundir las palabras de misericordia y promover encuentros con Dios, aceptamos y abrazamos nuestra diversidad como oportunidad y bendición para el crecimiento, alcanzamos a los que están fuera de las puertas de nuestra Iglesia, los caídos y los que no asisten a la iglesia, y finalmente, compartimos nuestra fe con valentía, nuestros talentos con humildad y nuestros tesoros con gratitud a Dios que bendijo con todas las bendiciones en su Hijo Jesucristo.
Como discípulos de Cristo, estamos llamados a nutrir el espíritu de unidad y unión para permitir que el Espíritu de Dios dé frutos en todos y cada uno de nosotros. Al igual que los creyentes de la Iglesia primitiva, estamos llamados a ser un solo corazón y un solo espíritu, ya vivir por el bien de los demás.
Y sigamos orando unos por otros y por nuestra familia parroquial.
Padre Emery