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16th Sunday in Ordinary Time (Spanish) - July 23, 2023

Queridos amigos,

Una de las declaraciones más esperadas que solemos escuchar es que “nuestro Dios es Misericordioso”; y que quien es en verdad. Sin embargo, una y otra vez esto nos lleva a dar por sentado a Dios. En las lecturas de hoy, se nos recuerda que la paciencia de Dios debe entenderse como una segunda oportunidad que nos da a cada uno de nosotros. Porque él dice: “No me complazco en la muerte de un pecador. Quiero que él/ella se arrepienta y viva”.

En nuestra vida diaria, experimentamos el temor de los sirvientes del amo de casa. Frente a la experiencia del mal en nuestra vida cotidiana, nos preguntamos si el mal va a prevalecer sobre el bien, y queremos que Dios lo separe o lo arranque de raíz, digamos que lo destruya inmediatamente. “Señor, ¿por qué no destruyes este mal que nos rodea?” le pedimos. Pero la paciencia de Dios está intrínsecamente conectada con su prudencia. Él dice: “si arrancas la mala hierba, puedes arrancar el trigo junto con ella”. Aquí se nos da no solo la lección de la paciencia, sino también la invitación a dejar todo en las manos del Señor y que Él se encargue de toda situación. Porque él sabe más que nosotros lo mejor que puede suceder y hacer.

Esta lección sobre la paciencia es un llamado a todos y cada uno de nosotros en nuestro camino hacia la santidad. Las parábolas de la levadura y del grano de mostaza son una demostración de nuestro propio camino de crecimiento. Aunque queremos amar y servir al Señor, no nos volvemos perfectos de la noche a la mañana. Debemos ser pacientes con nosotros mismos porque el crecimiento toma mucho más tiempo de lo que queremos a veces. Una vez que se siembra la semilla, muere y tarda en crecer hasta convertirse en un gran arbusto. Durante este proceso hay una gran cantidad de desafíos, calor, sequía, huracanes, personas que lo pisan, etc. Nosotros también estamos destinados a experimentar todos esos desafíos en nuestro camino de discipulado. La dependencia y la confianza en Dios nos mantendrán creciendo a pesar de todas las dificultades de nuestra vida.

Queridos amigos, la lectura del evangelio de hoy nos abre los ojos a todos, incluyéndome a mí. Permítanme compartir esto con ustedes hoy. He estado luchando con la lenta transformación que está ocurriendo en nuestra parroquia a medida que nos embarcamos en este viaje de discipulado. Tenemos nuestra visión, nuestra declaración de misión, nuestras estrategias y nuestro camino de discipulado. Una y otra vez anhelo ver esa extraordinaria transformación; sin embargo, parece que me demoro. Hoy se me recuerda, como a todos nosotros, que debo dedicarle tiempo a Dios y dejar que avance a su ritmo. Lo único que necesito entender es seguir haciendo lo mejor que podamos para orar y hacer lo que Dios quiere. Esta es la clave para descubrir las manos de Dios trabajando dentro de mí y en nuestra familia parroquial. Tú y yo estamos llamados a abrazar esta invitación a ser pacientes y nunca rendirnos porque el cumplimiento es de Dios y es obra suya a través del Espíritu Santo. Necesitamos escuchar a San Pablo cuando nos invita a aprender a orar como debemos. Es solo cuando nos rendimos a la voluntad de Dios en este camino de discipulado que veremos los frutos de su gracia y bendiciones mientras permitimos que el Espíritu Santo nos ayude en nuestras oraciones al interceder por nosotros. Esto es lo que hacemos hoy cuando nos reunimos aquí para celebrar la Santa Misa. Porque es la oración más poderosa cuando nos unimos en oración. Roguemos, pues, al Señor que nos conceda paciencia y prudencia en el cumplimiento de nuestra misión de discípulos. Y sigamos orando unos por otros y por nuestra familia parroquial.

P. Emery

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