Queridos amigos,
Hoy celebramos la Pascua. ¡Cristo ha resucitado! Celebramos el cumplimiento de la promesa de nuestra redención.
Una pregunta todavía puede rondar nuestras mentes: ¿qué es lo que celebramos nuestra redención, y aún así luchamos con todo
tipo de desafíos en la vida?
La respuesta a esa pregunta es que celebrar nuestra redención no nos exime de enfrentar desafíos que incluso cuestionarán nuestra
fe, esperanza y confianza en el Señor. El Viernes Santo todos nosotros, como los discípulos, estábamos desanimados. Nuestra
esperanza de verdadera libertad y salvación vencida. Parecíamos quedarnos solos y sin nada en qué confiar. Esto es lo que vemos
tanto en los Apóstoles como en las mujeres en la tumba.
Sin embargo, la voz del Resucitado resuena en los oídos de nuestro corazón llamándonos por nuestro nombre como María. Esta
voz que despierta viene a nutrir nuestra confianza en la fidelidad del Señor. Él nunca engaña a quien confía en Él. Porque la vida
que él tiene y es en plenitud es la que comparte con nosotros. Así que no tengamos miedo. Mientras estemos en este camino,
en esta peregrinación, enfrentaremos situaciones que nos desafiarán. Sólo cuando nos centremos en el Señor que rompió las
cadenas de nuestra esclavitud, sentiremos la verdadera libertad. Y María demuestra ese enfoque a través de su pregunta: “Señor,
dígame dónde lo puso para que yo vaya a llevárselo”.
Llevar el cuerpo del Señor con nosotros es lo que importa. Esto significa esforzarse siempre por mantener la conexión y la
relación personal con el Señor. Porque ésta es la fuente de toda nuestra alegría y la razón de nuestra vida. La pregunta hoy es
que encontremos el verdadero significado de lo que queremos decir al recibir el cuerpo eucarístico del Señor. Por y por la recepción
de Cristo Eucarístico, confesamos que quisiéramos ser y seguir siendo su morada y templos sagrados. Por lo tanto, permitamos
que la luz y el gozo de la nueva vida que surge de la resurrección del Señor brillen a través de nosotros mientras nos esforzamos
por responder al llamado al discipulado. Levantémonos y emprendamos el viaje para proclamar la resurrección del Señor a quienes
nos rodean, a los que no asisten a ninguna iglesia y a los que quedan atrás. Porque Él verdaderamente ha resucitado y nosotros
somos testigos.
Sigamos orando unos por otros y por nuestra familia parroquial.
¡Felices y bendecidas Pascuas para todos y cada uno de ustedes!
P. Emery