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17th Sunday in Ordinary Time (Spanish) - July 25, 2021

Queridos amigos,

A partir de la observación de las formas en que se aprecian las cosas en el mundo, parece que las personas se sienten más atraídas por la satisfacción que obtienen de la vida tal como es. Confort, tranquilidad, satisfacción, todo esto se espera en la vida presente por medios mundanos. Es por eso que en muchos casos el éxito y la realización se ven y miden por cuánto uno posee.

En la lectura del evangelio de hoy, la multitud que siguió a Jesús tiene la misma actitud. Lo siguieron “porque vieron las señales que hacía en los enfermos”. La enfermedad no se limita a lesiones corporales o malestar. Hoy el evangelio agrega la realidad de la enfermedad espiritual, y esto es lo peor que nuestro mundo sufre hoy. El mundo está espiritualmente enfermo y vacío. Necesitamos a Cristo para sanarnos y sanarnos nuevamente. Es precisamente y particularmente a través de la celebración de los sacramentos que Cristo, nuestro médico divino, permanece y continúa el ministerio de curación. En y a través de los sacramentos, Cristo sigue estando presente en el mundo y en el mundo para sanarnos de nuestras debilidades. En ellos, y particularmente a través de la Eucaristía, Cristo nos ofrece la medicina de la inmortalidad, por usar las palabras del Santo. Ignacio de Antioquía.

Nuestra respuesta al don de Cristo en los sacramentos es de humildad y devoción. Cuando confesamos primero nuestra indignidad de recibirlo, Él nos dice que Él nos atrae a Él no porque seamos dignos sino por Su amor por nosotros, buscando sanarnos y hacernos partícipes de la vida abundante que Él tiene en plenitud. La multiplicación del pan en el evangelio de hoy es un llamado a mirar la Eucaristía con nuevos lentes, donde lo recibimos a Él, que se hace pedazos para alimentarnos para la vida eterna. De lo poco que le es dado, Cristo multiplica la abundancia de bendiciones y gracias para fortalecer a los enfermos y cansados, permitiéndoles revivir para seguir dando testimonio. San Pablo nos recuerda las implicaciones de este encuentro con Cristo en la segunda lectura. Nos insta a vivir de una manera digna del llamado que hemos recibido: vida de humildad, mansedumbre, paciencia y, sobre todo, sobretodo por el amor. Todos estos trabajan hacia la unidad dentro de la familia de los hijos de Dios.

Como los discípulos en los evangelios, también podemos preguntarnos, "¿cómo puede ser esto posible?" Hacemos esta pregunta porque la mayoría de las veces pensamos en nosotros mismos como actores independientes y autosuficientes. Cristo nos invita a llevarle lo poco que tenemos; Él lo cuidará y se multiplicará. El ejemplo del niño con cinco panes de cebada y dos pescados es suficiente para convencernos. Si bien los discípulos asumen que estos no son buenos para muchos, Cristo los recomienda que se los lleven. El niño dio todo lo que tenía y era, y eso marcó la diferencia. Estamos invitados a rendirnos y Cristo realizar sus señales con cada individuo. Al participar de Su cuerpo y sangre, Él nos transforma y nos capacita para ser el diferencia y el cambio que Él quiere que seamos en el mundo. Y de hecho, el éxito ya no se verá en función de cuánto tengamos; más bien será el resultado de nuestra confianza en Cristo y la voluntad de ofrecerle nuestra humilde disponibilidad.

Al reunirnos hoy para experimentar el milagro eucarístico en el que Cristo nos alimenta con su cuerpo y sangre para fortalecernos en el camino de la vida y el discipulado, continuemos orando unos por otros y por nuestra familia parroquial.

P. Emery

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