Queridos amigos,
En este primer domingo de Cuaresma, las lecturas nos abren los ojos sobre las consecuencias de las elecciones que hacemos frente a los acontecimientos, situaciones y cosas de nuestra vida. En la primera lectura, se nos dice que el árbol en medio del jardín era tentador; era “bueno para comer, agradable a los ojos y deseable para adquirir sabiduría”. Como todos nosotros, Adán y Eva solo querían el bien. Pero más que buenos, querían ser dioses. ¿Cuántas personas desearían que fuéramos dioses a veces? Desafortunadamente, escucharon la sirena engañosa. Saltaron a lo que solo parece ser. Comieron y se les abrieron los ojos, no a lo que anhelaban, sino a la verdad: eran criaturas, no dioses, ni Dios.
De hecho, tratar de ser algo diferente a lo que eran los llenaba de vergüenza, que es sentirse mal por lo que somos. La culpa saludable, por otro lado, significa sentirse mal por lo que hicimos. La vergüenza es destructiva. La culpa puede dar vida. Se escondieron no porque se sintieran culpables, sino porque tenían vergüenza. Se nos recuerda que podemos aprender lo que es verdaderamente bueno, agradable y deseable, en lugar de lo que solo parece ser.
En la lectura del evangelio, Satanás tienta a Jesús ofreciéndole lo que el Maligno no puede ofrecer: verdadero alimento, máxima autoridad y verdadera adoración. A primera vista lo que se ofrece parece bueno. Sin embargo, solo Dios puede satisfacer nuestras más profundas ansias. Es por eso que debemos confiar y no probar a Dios. Sólo Dios es digno de nuestra adoración. A diferencia de Adán y Eva, Jesús vio a través de estas ofertas porque conocía al Único que puede satisfacernos y es digno de nuestra adoración y confianza. Por eso San Pablo lo llama el Nuevo Adán; Aquel que restablece el equilibrio de nuestra relación con Dios que fue trastornada por la desobediencia y la elección mortal del Viejo Adán. Cuarenta días y noches de ayuno profundizaron su comprensión de quiénes son él y Dios. Ese conocimiento lo liberó para aceptar la muerte en la cruz, donde recibimos el don de la justificación.
Durante esta primera semana de Cuaresma, reflexionemos sobre nuestra vida e intentemos responder a las siguientes preguntas: ¿Hemos puesto nuestra confianza en lo que solo parece ser bueno, agradable y deseable, o en Aquel que es el único que puede saciar nuestra hambre? ¿corazones? Pidámosle a Dios que abra nuestros ojos para ver quiénes somos, hijos de Dios que pertenecen a Jesucristo. Que nuestro camino de Cuaresma renueve nuestra identidad para que podamos descubrir lo que es realmente bueno, deseable y dador de vida. Y sigamos orando unos por otros y por nuestra familia parroquial.
Padre Emery