Queridos amigos,
La primera lectura de hoy del Libro del Profeta Isaías continúa con el tema central de este tiempo de Adviento, a saber, la esperanza. Durante este tiempo los asirios han aniquilado toda el área al norte de Jerusalén. Por lo tanto, Jerusalén vivía con miedo y temblando de que sería la próxima. Si bien no apunta a la condenación de aquellos que contribuyeron a todo ese sufrimiento –los asirios, los reyes que extraviaron a la gente, así como aquellos entre la gente que los siguió–, el profeta da esperanza a aquellos que permanecieron fieles a Dios. Les promete que Dios les envíe un líder que lleve a su pueblo a la justicia y la paz. Su consuelo estaba en camino.
El mismo mensaje de esperanza está en el corazón del evangelio de hoy. Sin embargo, aquí Juan Bautista se enfoca en la relación entre esperanza y arrepentimiento. Sin duda, el Hijo de Dios viene a redimir a su pueblo, pero el arrepentimiento es la clave para participar de los gozos del reino. El reino de Dios está cerca, de nosotros depende abrazarlo o no.
Juan Bautista no solo llama al arrepentimiento entendido como el simple reconocimiento o aceptación de los propios pecados y faltas. En el evangelio de hoy hay dos pasos para el verdadero arrepentimiento: el reconocimiento de los pecados y la implicación de esto en la vida de cada día, todo árbol debe dar buenos frutos. Así que nuestra esperanza de redención y participación en el reino que está cerca está en función de un profundo arrepentimiento cuya expresión tangible se ve en el buen fruto que llevamos. Dios nos está enviando un Salvador para que nos guíe y transforme nuestro duelo en alegría; pero antes de eso se espera que nos arrepintamos, que dejemos nuestras viejas formas de vida para abrazar la verdadera vida de los hijos de Dios.
A veces pensamos que el llamado al arrepentimiento en el evangelio de hoy pertenece solo a algunas personas extremadamente malas. De nada. Arrepentirse significa cambiar positivamente. Si sabemos que no hemos sido tan buenos como Dios quisiera que fuéramos, debemos hacer algo al respecto; decidimos hacer un cambio. Podría ser nuestro comportamiento el que necesita ser cambiado o podría ser nuestra actitud. Incluso puede que no estemos haciendo cosas malas, pero puede que tampoco estemos haciendo nada realmente bueno. Fíjate en la imagen del árbol: hay que cortarlo si no da buenos frutos. El arrepentimiento nos dice, por tanto, que no basta con evitar el mal para experimentar el reino que está cerca, tenemos que hacer el bien.
Y sigamos orando unos por otros y por nuestra familia parroquial.
Padre Emery