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30th Sunday in Ordinary Time (Spanish) - October 24, 2021

Queridos amigos,

La fortaleza es una virtud y un fruto del Espíritu Santo. Una y otra vez escuchamos a Jesús pronunciar esta palabra que a veces puede sonar mágica. Sin embargo, si el maestro vuelve incesantemente a ello, es porque sabe lo preocupante que es la vida y la extensión de nuestro miedo cuando se trata de enfrentar los desafíos del discipulado.

En la lectura del evangelio de hoy vemos una correlación entre dos actitudes: coraje y confianza. El joven del evangelio enfrenta desafíos tanto humanos como sociales. El desafío humano es el hecho de que es ciego. El no puede ver. Esto solo podría haberlo derribado y renunciar a todos los esfuerzos para luchar por una vida y una condición mejores. Habría dicho, como solemos decir, que todo ha terminado y que no hay nada que desear ni esperar. Su confianza y esperanza de que mañana sería mejor de alguna manera es la clave de su valentía. Este último se fortalece incluso cuando escucha que Jesús pasa. Grita y llora. Esta fe y confianza en el poder salvador y sanador de Jesús lo hace enfrentar todos los obstáculos y reprimendas. Él persiste y persevera sabiendo que nada le impedirá abrazar al Señor, el Sanador.

Como Bartimeo, enfrentamos diferentes tipos de obstáculos en nuestra vida y camino de fe. Estos pueden ser enfermedades, malentendidos, reprimendas, negación social, etc. Estos obstáculos pueden provocar en ocasiones el sentimiento de desánimo y el deseo de tirar todo por la borda y rendirse. Hoy se nos recuerda que no importa el grosor del obstáculo que nos impide ver la luz de Cristo, si nos animamos con confianza, determinación y confianza en el Señor, nada nos hará retroceder como para abstenernos de experimentar el amor de Cristo y su poder sanador.

Como Bartimeo, estamos llamados a tener una confianza total en Cristo. Cuando oye que Cristo lo llama, el joven lo abandona todo y corre hacia el Maestro. Sabe que nada puede detenerlo una vez que ha encontrado al Señor y la fuente del gozo eterno. Seguros de nuestra identidad como hijos adoptivos de Dios, se nos recuerda que solo con Él podemos encontrar verdadero consuelo y consuelo. Las palabras de hoy de la Carta a los Hebreos siempre deben resonar en nuestros oídos y corazones cuando enfrentamos cualquier tipo de obstáculo o desafío en el camino de nuestra vida: “Tú eres mi hijo; hoy te he engendrado ". Recuerda que le perteneces y Él nunca se rendirá contigo. Al igual que con Bartimeo, Jesús se detiene hoy y nos llama a Él. Él nos alimenta con sus palabras y su cuerpo para sanarnos de nuestra ceguera. Si lo escuchamos, no habrá nada de qué preocuparse. "Armarse de valor; Jesús te está llamando ”, porque le perteneces.

Desechemos todo aquello en lo que dependemos y abracemos solo a Jesús, quien nos dará verdadera paz, verdadero consuelo y plena curación. Y sigamos orando unos por otros y por nuestra familia parroquial.

P. Emery

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