Queridos amigos,
El domingo pasado hice un comentario sobre “cristianos anónimos”. Nuestro “Domingo de etiquetas con nombres” nos recordó que Cristo nos llama por nuestros nombres para edificar su Iglesia y hacer discípulos. Al igual que los discípulos que se conocían por sus nombres, estamos invitados a interactuar unos con otros mientras nos esforzamos por relacionarnos con nuestros nombres para la edificación de nuestra comunidad parroquial y familia de discípulos de Jesús. La lectura del evangelio de hoy nos da una idea sobre el discipulado. A la mujer samaritana se le dijo todo sobre su vida. Este encuentro asombroso y de confrontación la lleva a proclamar y compartir acerca de Jesús y su propia historia.
A nosotros también, Jesús nos está revelando nuestras verdaderas historias de vida. Todo lo que necesitamos es el coraje de ir y compartir con los demás. Si bien la mujer no asumió claramente que Jesús era el Cristo, a pesar de todas sus preguntas y las esclarecedoras respuestas de Jesús, ella fue a decirles a otros que vinieran y escucharan por sí mismos quién sería o podría ser. “¿No es él el Mesías que estamos esperando? Porque él me contó toda la historia de mi vida…” ¿Cuándo y cómo haces ese encuentro con el Señor para dejar que te cuente tu propia historia de vida? Estamos aquí para escucharlo contarnos de diferentes maneras nuestras propias historias de vida. Ahora depende de nosotros ir y reportarlo a otros mientras los invitamos a venir y escucharlo.
Amados, el discipulado no es otra cosa. Es simplemente compartir la historia de tu encuentro con quien te contó toda la historia de tu vida. Él es quien sabe todo acerca de ti, no para condenarte o juzgarte, sino para mostrarte el verdadero amor y guiarte por el camino correcto. Él nos ilumina para permitirnos compartir nuestras experiencias con los demás. Estoy maravillosamente asombrado por el resultado: aquellos a quienes ella relató el incidente del encuentro vienen y escuchan a Jesús ellos mismos. ¿Y qué le dicen al final? “Dijeron a la mujer: Ya no creemos por tu palabra; porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que éste es verdaderamente el salvador del mundo.”
Hermanos y hermanas, esto es lo único que Jesús espera de nosotros: que vayamos y compartamos con los demás la historia de nuestro encuentro con él. Entonces, sigamos el ejemplo de la mujer samaritana hoy, mientras vamos como discípulas intencionales a compartir la experiencia de nuestro encuentro con el Señor que nos contó la historia de toda nuestra vida, con amor y compasión.
Y sigamos orando unos por otros y por nuestra familia parroquial.
Padre Emery