Queridos amigos,
Hoy continuamos nuestra celebración del nacimiento del Hijo de Dios. Pero, más que el nacimiento, celebramos la manifestación del Divino Niño como Luz del mundo y Salvador Universal. La escena de los Magos que emprenden el viaje en busca del Rey Nacido, nos recuerda nuestro propio camino en busca del Señor; búsqueda que culmina con la alegría del encuentro con el Rey del universo.
La verdad sobre el Rey recién nacido es obvia: Él vino a salvarnos ya todos los que lo aceptan, les da el poder de convertirse en hijos de Dios. Sin embargo, aquí deben considerarse dos cosas. Por un lado, la Alegría que llena los corazones de los Magos al ver al Niño indica la alegría del mundo entero acogiendo y adorando al Rey que viene a hacer todo nuevo. Hoy también estamos invitados a unirnos a la celebración de esa alegría. Jesús se nos revela como Aquel que viene a sacarnos de las tinieblas. Mientras todavía estábamos cegados por los pecados y nuestro enfoque en lo efímero y el gozo ilusorio que el mundo nos ofrece, la verdadera Luz se nos da como ahora Jesús nos encuentra en nuestras luchas. Viene a nosotros para llamarnos a emprender el nuevo camino de luz y alegría. Su estrella también se elevó para nosotros y nos hizo partícipes de la nueva creación.
Lo segundo que debemos considerar es el cambio, diré, la transformación, la conversión y la metanoia, que se produce en el viaje de los magos. Se les advierte que no tomen el mismo camino. Las Escrituras dicen que tomaron otro camino en su camino de regreso, después de que se les advirtió que no lo hicieran. Ésta es la consecuencia y la exigencia que surge del encuentro con la Luz del Mundo. Encontrar a Jesús es y debe ser siempre una fuente de renovación. Renovación de la forma en que nos habíamos tratado unos a otros; renovación de nuestra visión del mundo y renovación de nuestra propia identidad como hijos de Dios y discípulos de Jesús. Precisamente esa renovación en el encuentro del Señor hizo que san Pablo afirmara que “mi vida actual de fe, ya no soy yo quien vive, sino Cristo que vive en mí”. Después de un tiempo de oscuridad e incertidumbre, los Magos son guiados hacia el Rey recién nacido. Lo encuentran y lo adoran ofreciéndole sus regalos.
Una y otra vez nos perdemos en nuestro camino de discipulado. La confianza en Dios siempre debe llevarnos a la perseverancia para encontrar la luz que nos lleva al Salvador. Nuestro encuentro con Él es nuestra respuesta a Su llamado, como decimos, "aquí estoy, Señor, vine a hacer tu voluntad". Este viaje no lo emprendemos solos. Caminamos como familia y comunidad. Al comienzo del nuevo año, me gustaría que todos nos abrazáramos para caminar juntos en el espíritu de una Iglesia sinodal, donde todos son parte de la familia en peregrinación hacia la realización del Reino de Dios.
Al agradecer a Dios por la bendición de este Año Nuevo, le pedimos que nos fortalezca en el espíritu del discipulado, para que, abrazados unos a otros, podamos caminar juntos por la construcción del Reino donde todos sean bienvenidos y apreciados. Y sigamos orando unos por otros y por nuestra familia parroquial. ¡Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo a todos y a todos!
P. Emery